Ante un jabalí, impresiona su gran cabeza, prolongada hacia adelante por un largo hocico, la jeta, que termina en un disco duro en el que se abren los orificios nasales. El cuerpo está cubierto de largas y fuertes cerdas, negras o blanquecinas (canas) en los adultos. Los ojos sorprenden por su pequeñez, en tanto los pabellones auditivos son moderadamente grandes. El cuello es corto, con alto y ancho pecho. Tienen una crin que cubre la mitad anterior del lomo y se eriza en los momentos de tensión del animal. Los cuartos traseros son reducidos y bajos. Las patas suelen parecer aún mas cortas de los que en realidad son, la cola es corta y delgada.
Durante los primeros días de la vida, los rayones no dejan para nada el nido en que nacieron. La madre pasa la totalidad del tiempo allí, y cuando los deja se aprietan unos contra otros para darse calor, aparte del que les da la hojarasca y otros materiales del lecho. Al cabo de una semana los jabatos siguen a la jabalina en sus salidas de campo volviendo al nido, para reposar todos los días.
La madre permanece cerca de sus descendientes y los defiende de cualquier agresión. A las dos semanas los pequeños jabalíes ya mordisquean algunos alimentos de los que consume su madre. Al mes comen las partes blandas de algunos animales y plantas, y a partir de los 2 meses, la leche materna pasa a ser un alimento secundario.
A partir de los 3 meses, se va oscureciendo el pelaje de los rayones. A los 5 ó 6 meses son uniformemente rojizos y reciben el nombre de bermejos. Al año el pelo vira al negro o gris oscuro, color propio de los adultos. Pese a la protección materna, la mortalidad infantil es muy acusada entre los jabalíes.
Autores rusos han calculado que un 20% de los rayones mueren antes de cumplir los 3 meses, y que un 55% muere durante el primer medio año (siete meses). Las causas principales de mortalidad son el hombre, los predadores, parásitos, frío y enfermedades.
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